La pereza, significado, detección y gestión. Que hay que saber para identificarla y como la podemos combatir.
Artículo publicado originalmente en el Diari de Terrassa.
En el diccionario, la palabra pereza se define como “la falta de ganas de trabajar o de hacer cosas”. La gran mayoría de los humanos la practicamos en algún momento puntual de nuestra existencia de forma consciente, ya que nos aporta descanso, paz, tranquilidad y felicidad.
¿Quién no recuerda esas tardes de domingo después de comer con la televisión sintonizada en un canal con la típica película soporífera, sentado en el sofá con el solecito entrando por la ventana y envueltos de esa modorra? ¿Descansando, o podríamos decir vagueando?
En las próximas líneas me quiero centrar en la pereza continuada (que no temporal), entendida como la falta de deseo, ánimo o coraje para hacer cualquier cosa.
Desde tiempos inmemoriales, la religión incluyó la pereza como uno de los 7 pecados capitales por el cual, hombres y mujeres debían ser castigados. Es por esto por lo que las generaciones que fuimos al colegio en aquella época donde los curas los gestionaban, fuimos educados en la dinámica del trabajo y no tanto en la del placer. Lo llamábamos la cultura del esfuerzo, bajo la premisa que para conseguir algo, antes debías ganártelo trabajando y luchando, ya que nadie te regala nada en esta vida. La pereza no es, sino, una opción que pueda ser válida desde esta óptica.
Quiero matizar aquí que hacer el perezoso tiene un significado ligeramente diferente a procrastinar, que se define como “la acción o el hábito de dejar para más adelante acciones o actividades que deben ser atendidas por otras más irrelevantes y agradables”. Parece muy similar el concepto, pero es realmente la pereza la que hace que el hombre o la mujer paren su desarrollo y se conviertan potencialmente en una carga para el resto de la sociedad sin aportar ningún valor.
He aquí una pregunta al respecto: ¿Se nace perezoso o se aprende a serlo durante la vida en función de las experiencias individuales que cada persona vive? Desde pequeños, cada uno de nosotros vamos adquiriendo una manera de ser influidos por las dinámicas de nuestro entorno: familiar, escolar, vecinal, cultural y social, entre otros. En función de estas experiencias podemos llegar a “normalizar” dinámicas que para el resto de la sociedad puedan ser consideras como de perezoso, como, por ejemplo: la suciedad, la falta de higiene personal, la falta de voluntad de mejora, las pocas ganas de ser útil a la sociedad, entre otras.
Una vez adquirida por el individuo esta nociva dinámica de pereza, el esfuerzo a realizar un cambio es cada vez mayor, ya que existe una emoción interior que nos paraliza. El mismo cuerpo se acostumbra rápidamente a la comodidad e impide el cambio.
Entonces, para vencer a la pereza hay que hacer una acción contundente que va en contra de lo que a nuestro cuerpo y mente le apetece hacer (no hacer nada) y que requiere de mucha fuerza de voluntad. Cuanta más pereza practicamos, menos ganas tenemos de salirnos de ella y entramos en un círculo vicioso hacia una espiral negativa que lleva a la cronificación de esta pereza.
Dicen que la voluntad es un músculo que, como cualquier otro, hay que ejercitarlo continuamente para mantenerlo en forma y que cuanto menos se utiliza, más se va debilitando y menos capaz es de hacernos actuar.
Las personas más optimistas son aquellas que viven en un círculo virtuoso donde no tiene cabida la pereza en su expresión negativa y que han conseguido desarrollar una fuerza de voluntad que les permite dirigir su vida en una constante vertiente positiva.
Para empezar, hay que saber identificarla y asignarle un sentido de urgencia para provocar el cambio. Existen 3 posibles síntomas para saber que estamos delante de la pereza:
- Cuando nos eternizamos haciendo una actividad que se puede resolver en pocos minutos.
- Cuando decidimos conscientemente no hacer algo que sabemos que debemos hacer.
- Cuando nos mantenemos haciendo actividades que nos permiten estar cómodos para no abordar otras de mayor valor.
Partiendo de estos síntomas y para aquellos puedan estar en una espiral negativa de falta de voluntad-pereza-inanición, recomiendo esta dinámica de cambio de 4 pasos:
- Identificar la pereza en nosotros y ser conscientes de ello.
- Identificar la pereza en otros y poder colaborar con ellos desde fuera.
- Probar de romper esta pereza haciendo pequeñas acciones de cambio de rutina.
- Practicar continuamente la dinámica “anti-pereza” dándonos ejemplo a nosotros mismos y a nuestro entorno.
Algunas dudas razonables que me quedan sobre la pereza y de las cuales no tengo una respuesta basada en hechos sino solo en experiencias propias me permiten afirmar que la rutina, la abundancia, la riqueza, el dolor y la negatividad son situaciones que pueden generar, en algunas personas, pereza. Si es temporal, puede ser comprensible, pero cuando se convierte en crónica, entonces, es un problema para la persona y la sociedad.
Me gustaría acabar esta reflexión trasladando un sentido de urgencia a todos y por eso cito una potente frase que comparto en la mayoría de las introducciones de mis cursos y sesiones informativas: “Las acciones expresan nuestras PRIORIDADES”.
Ciertamente, es muy diferente decir/escribir las cosas que nos gustaría hacer en una lista de prioridades que hacerlas realmente. No dejemos que la pereza sea la que dirija nuestra vida y cojamos las riendas de nuestro futuro siendo conscientemente sociables y aportando valor al resto de conciudadanos del mundo.
¡Así pues, echemos a la pereza de nuestras vidas!
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